Sobre el miedo
El miedo surge como una respuesta natural para anticipar los peligros, al igual que lo sienten los animales. Pero también existe otro tipo de miedo que no es sano y que nos lastra, llegando a ser parte de nuestra forma de ser e impidiéndonos avanzar. Entonces nuestras relaciones acaban siendo dominadas por el miedo.
Por el miedo no nos ponemos límites y permitimos abusos y maltratos, nos lleva a la dirección contraria a donde realmente queremos ir. Entrar en estados depresivos o adicciones son señales de que hay algo en el fondo que nos atemoriza. Buscamos tener siempre seguridad y control, pero como la vida por naturaleza es tan incierta sentimos miedos.
El miedo condiciona y controla nuestra vida, y esta queda entonces marcada por cosas que no queremos sentir o experimentar. Hemos creado un mecanismo automático que nos impide sentir miedo, alejándonos de situaciones o personas que nos conectan con nuestros miedos y emociones no integradas. Son estas experiencias las que necesitamos para evolucionar, por eso es importante dejar de rechazarlas.
Al dar un nuevo significado al miedo, lo vemos como un aliado, un indicador de lo que tenemos que sanar. El deseo de querer controlar todo lo que pasa es lo que causa el sufrimiento, y no la experiencia de miedo en sí misma. Se trata de estar a gusto y en paz con cualquier experiencia para así poder procesarla.
Explorando nuestros miedos
Hay varios tipos de miedo y todos deberíamos hacer un trabajo de indagación y explorar cuáles son nuestros miedos. Los hay más fáciles de reconocer, pero hay otros más profundos que no lo son tanto.
Tenemos miedo al fracaso, a que hablen mal de nosotros, a equivocarnos, a hacer una locura, a ser rechazados, a la soledad… Aunque el miedo guarde relación con algún acontecimiento pasado, siempre tiene que ver con algo que todavía no hemos experimentando y que por lo tanto desconocemos.
Tenemos miedo al cambio y a lo que no conocemos, es algo que nos estamos inventando, no existe un peligro real. Y si pasamos mucho tiempo con esos pensamientos, se creará una coraza de miedo que quedará registrada en el cuerpo, impidiéndonos tener una actitud de confianza en la vida.
En las relaciones íntimas se manifiestan de muchas maneras, y existe esa incertidumbre y el miedo inconsciente de que la otra persona nos abandone para siempre en cualquier momento.
Hay miedos que están muy profundos y que solo salen cuando tenemos el valor y un sincero compromiso con nosotros mismos de abrirnos a la otra persona, sin intentar cambiarla y dejando al descubierto nuestra vulnerabilidad.
Abrir el corazón totalmente a otra persona implica salir de una zona donde nos sentimos seguros y protegidos, y esto nos causa miedo. Habitualmente nos mostramos antidependientes o tenemos relaciones superficiales y poco auténticas, y así nos es imposible sacar a la luz el miedo.
El proceso pasa por aprender a aceptar y tolerar la soledad y la inseguridad de la vida, sin reprimir nada. No se trata de una soledad basada en el miedo y el aislamiento, sino en un sentimiento místico que todo lo invade y que no separa.
Todos experimentamos el miedo y la incertidumbre porque tenemos unas necesidades que consideramos básicas, y nos da miedo no conseguirlas o perderlas cuando las conseguimos. La intensidad de los miedos también depende de las heridas que tengamos de la infancia.
Verás personas que se muestran muy enteras y seguras de sí mismas, pero agresivas, prepotentes y con cierto nivel de estrés; es el resultado de reprimir sus miedos.
Estados como la ira y la tristeza son emociones que usamos para tapar nuestros miedos más profundos. Un ejemplo es el miedo a la muerte, sabemos que podemos morir en cualquier momento pero nos comportamos como si eso nunca fuera a suceder.
Dejar de juzgarnos
Es importante dejar de juzgarnos por tener miedo, somos humanos y es algo natural, no nos hace más débiles sentir miedo. Aceptar estos miedos es crucial porque el problema no es sentir miedo, sino evitarlo y querer sentir algo distinto, en lugar de quedarnos en la experiencia hasta que la sensación de miedo se disuelva gracias a nuestra atención y presencia.
Son las situaciones diferentes a las que estamos acostumbrados y que producen miedos lo que nos da la oportunidad de crecer con sabiduría. Es la relación que tenemos con las experiencias lo que nos hace evolucionar. Si siempre tenemos las mismas experiencias no crecemos, ni nos liberamos de condicionamientos que frenan nuestro desarrollo espiritual.
Siempre hay algo que no queremos sentir o que estamos evitando, por ejemplo alguien que te gusta mucho y todavía no te atreviste ni a escribirle por miedo al rechazo, o ese trabajo que siempre quisiste emprender pero tienes miedo al qué dirán o al fracaso. Recuperamos nuestro poder cuando por fin nos enfrentamos a nuestros miedos.
Buscar conscientemente experiencias que nos produzcan algo de miedo, como forma de entrenamiento es una manera de ir resolviendo nuestros miedos ilusorios hasta que desaparezcan. Y lo haremos con plena atención, con una consciencia testigo, observando nuestra mente, emociones y sensaciones físicas.
Si nos paramos a analizar llega un punto en que vemos que no le tenemos miedo a lo de afuera, sino a lo que ocurre en nuestro interior, a nuestras emociones desproporcionadas, a perder el control, a reaccionar compulsivamente o a los pensamientos que se disparan.
Nos da miedo ver que todo es inconsciente, y que no tenemos un control sobre la mente y lo que sentimos.
Integrando la ira
Tenemos miedo a que salga nuestra propia ira que está reprimida, porque desde pequeños nos han enseñado a portarnos bien y a estar quietecitos cuando la vida nos pedía otra cosa.
Aprendimos a vivir haciendo lo correcto y lo que los demás esperan de nosotros, intentando no causar ningún conflicto a nadie. Todo a cambio de la aprobación y amor de los demás. Esto ha generado un miedo inconsciente a ser criticado y nos alejó de nuestro centro.
Otro problema es creer que la felicidad es una emoción o sentimiento, cuando en realidad se trata de permitir sentir la totalidad de todas las corrientes de energía en nuestro interior, sin verse arrastrado por la carga de ninguna emoción.
Por lo tanto no se trata de buscar siempre experiencias donde solo exista paz; esto es algo que he observado mucho en el mundo del desarrollo espiritual, es lo que llamamos ego espiritual.
Al evitar constantemente estas experiencias que nos dan miedo, la vida se vuelve aburrida y también acabamos cayendo en adiciones y comportamientos que nos hagan sentir más “vivos”, pero es en realidad una huida y desconexión de nosotros mismos.
Creando un espacio de sanación
Debemos empezar por darnos un espacio en nuestro corazón para sentir nuestra vulnerabilidad y los miedos al rechazo y al abandono. Y pararse a mirar la experiencia con neutralidad en lugar de seguir repitiendo los mismos patrones. Lo que nos libera es ir atravesando las capas hasta llegar a lo más esencial.
Ir más allá de la mente y meditar en el amor y la compasión, es una herramienta para subir a otro nivel de conciencia y disolver la experiencia de miedo.
Una vez explorados y sanados nuestros miedos es posible que sintamos un periodo de oleadas de ira que teníamos reprimida a causa del miedo. Pero esta ira es positiva porque no está cargada de resentimiento, es energía creativa. Se trata de recuperar nuestra reacción emocional auténtica y liberarnos de los patrones que nos hacen reaccionar siempre igual.
Ahora somos más valientes y nos volvemos más sensibles. No tenemos problema en contar cómo nos sentimos y en poner límites cuando es necesario. La comunicación empieza a fluir con nuestra pareja y también con nuestros amigos íntimos.
Al empezar a respetarnos e integrar nuestros miedos, también nos hacemos más conscientes de los demás y provocamos menos daño. Nos damos cuenta de que todos compartimos y experimentamos miedos muy similares, volviéndonos más compasivos y expansivos.